RAMÓN DE LA CRUZ Y GARCÍA DE LA HUERTA.
El teatro ocupa un lugar preeminente
en el ámbito socio-cultural del siglo XVIII, la preocupación por el teatro se
manifiesta en tres niveles:
1. El interés del público.
2. El debate teórico.
3. La protección oficial.
El tipo de teatro que se produce en
el siglo XVIII se distingue de las formas y temas del teatro barroco (Siglo
XVII), en donde se gozaba del favor de un público popular y mayoritario. Se
intentó construir un teatro neoclásico, que fue dirigido a un sector de
minorías ilustradas.
Se trata de un teatro sometido a las
reglas que emanaban de modelos teatrales franceses. Las representaciones debían
proporcionar al público placer estético, entretenimiento y utilidad, al mismo
tiempo que debían contribuir a la reforma cívica y social del país, que se
había propuesto la Ilustración. En
términos generales puede afirmarse que la instauración de un teatro neoclásico
en España fracasó porque nunca gozó del favor del público.
Sin embargo a la par, existió un
teatro popular, de tono menor, que contó con el aplauso del público. Aquí se
destaca el teatro de Ramón de la Cruz y García de la Huerta.
García de la Huerta utilizó el molde
neoclásico, pero construyó una tragedia de asunto nacional. La acción de la
obra se desarrolla linealmente, sin acciones secundarias que interrumpan la
principal.
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