Lo que se conoce como literatura prehispánica tiene importantes manifestaciones, principalmente en lengua náhuatl (cultura perteneciente a los pueblos del Valle del Anáhuac) y otros del tronco maya (pertenecientes a los de la Península de Yucatán y Guatemala).
Las composiciones literarias eran conservadas de modo oral, pero en muchos casos se recurrió a la interpretación de lo que aparecía pintado en lo que se denominaba en náhuatl un amoxtli (libro indígena) elaborado con largas tiras de papel amate o cuero de venado plegados, éstos contenían dibujos pictoglíficos muy desarrollados que permiten evocar los cantos y relatos a quienes estaban capacitados para interpretarlos.
En la región nahua, era siempre un tlamatini o sabio indígena el encargado de interpretar los signos del amoxtli o libro de pinturas.
Los amoxti eran elaborados por artesanos especializados conocidos como tlacuilos y los preservaban en verdaderas bibliotecas llamadas: amoxtacalli.
Hay evidencia de que en la zona nahua existían, antes de la conquista española, al menos cuatro centros intelectuales con importante producción literaria México-Tenochtitlán, Tezoco, Puebla-Tlaxcala y Chalco-Amecameca.
En la cultura maya se consiguió desarrollar una escritura glífica de carácter logosilábico, es decir que combinaban signos o glifos que representaban sílabas. Con ellos podían escribir textos labrados sobre piedras, o pintados sobre cerámicas y libros.
Aunque no se tiene evidencia física de alguno de sus libros, se sabe que existieron. Lo que sí prevalece es la cantidad de textos en piedra labrada y cerámica. Los mayas también desarrollaron una tradición oral de cantos y relatos.
La escritura de los nahuas era también logosilábica, pero inferior a la maya.